Ante todo negamos la existencia de un ser supremo, Dios, creador de todas las cosas y de nosotros mismos pues es imposible que una mentira surgida de la superstición –y engrandecida y llena de contenido por los opresores que requerían en la antigüedad de un ser superior en el que legitimar su poder– haya sido creadora retrospectivamente de sus creadores. Los reyes sólo rinden cuantas a Dios (¡qué fácil lo tienen!) y todos deberíamos temer ir al infierno si no nos ajustamos a las directrices de los representantes de Dios en la tierra: los sacerdotes. Además, si estás jodido en esta vida terrenal: -¡Aguanta chaval! Que cuando te mueras te dará igual la explotación laboral, los corsés morales, la injusticia social y el despotismo, porque en el Cielo todo es perfecto. Supongo que esto se debe a que al Cielo no van ni los explotadores, ni los curas, ni los déspotas, porque si no menuda gracia encontrártelos ahí arriba otra vez.
Pero es que estas religiones no se conforman con el ámbito religioso, sino que, como hemos visto, entran en política, auspician guerras, sirven de excusa y cómplices a los estados y son un gran poder económico. Parece que ya olvidamos la basura que salió a la superficie con el caso Gescartera hace una década: 1.000 millones de las antiguas pesetas tenía invertidos la Diócesis de Valladolid, de los cuales sólo justificaron ante los inspectores de la Comisión Nacional del Mercado de Valores unos 30. Defraudan a Hacienda hasta lo poco que tienen que declarar pues no deben rendir cuentas ni de sus sueldos, ni del IVA, ni del impuesto sobre bienes inmuebles, ni de sociedades, ni de transmisiones, ni el de actos jurídicos documentados… Y estas ventajas fiscales en exclusiva, puesto que ninguna de las otras religiones que se practican en el territorio del Estado español (recordemos: más de medio millón de musulmanes y subiendo, protestantes, judíos…) se benefician de ellas. Incluso a pesar de las críticas de la también sacrosanta Comisión Europea (Diagonal #62). Pero claro, qué carajo quieren estos infieles si estamos en un estado aconfesional nazionalcatólico. ¿Paradoja? No: hipocresía. Aconfesional sobre el papel de la bendita Constitución pero nazionalcatólico por tradición y realidad empírica: la única institución religiosa con trato de favor en España es la Iglesia Católica y sus afines: recibe dinero de las arcas públicas, las Cortes posponen una Ley de Libertad Religiosa a gusto del Vaticano, mantenemos entre todos sus redes caritativa, educativa y patrimonial (sí, esos museos por los que te cobran dos veces: en tus impuestos y en la taquilla). No pagan ni los sueldos de sus profesores de religión en la red pública-concertada: a los que contratan y despiden, explotan, a su libre albedrío como buenos empresarios que son.
La Iglesia sabe que el ruedo ibérico se juega gran parte de su futuro. Ahora que Latinoamérica vira al Protestantismo, la sociedad mira bajo sus sotanas, se les revelan los curas y parte de la parroquia situada más abajo y a la izquierda; España recibirá a Ratzinger hasta tres veces. La primera semana de noviembre a Barcelona y Compostela pagamos a escote de unos 10 céntimos por contribuyente. Sí, no es tanto: 5 millones de euros más o menos dan para pagar el subsidio de crisis a cerca de 12.000 parados. Mi pueblo entero un mes, casi ná.