No, no, esta no ha sido una sentencia cualquiera: pese a enmarcarse en un sistema judicial que ha dado en los últimos 14 años abundantes pruebas de su ceguera en perspectiva de género, pese a haber sido dotado de una ley para que hagan correctamente su trabajo, el fallo del caso de ‘La manada’ rebasa todo lo rebasable. Y no, esta vez ya no: ni las mujeres ni nuestros aliados hombres vamos a consentir que, por enésima vez nos escupa un aséptico “las sentencias judiciales deben respetarse”. No. Esta no la respetamos; de hecho, la despreciamos.
Despreciamos el papel jugado por quienes han santificado la cultura de la violación, lanzando sin pudor el mensaje de que, para que se reconozca, una agresión sexual debe conllevar la puesta en riesgo de nuestras vidas. No señores: bien sabemos desde pequeñas, y así es recomendado por las expertas, que en una situación de violencia sexual semejante lo normal es no resistirse, proteger la propia vida, cerrar los ojos y aguantar hasta que todo pase como ha hecho nuestra hermana.
Hermana, no estás sola, ya lo ves, estamos contigo. Siéntete cubierta por el manto de sororidad que tejemos de norte a sur, de este a oeste. Siéntete protegida, porque no vamos a parar hasta que se revise la sentencia, hasta que se revise la actuación de quienes han decidido ignorar el dolor que has soportado, que han dudado de tu testimonio, como se duda del de todas, mandando el oscuro mensaje de que la calle y la noche, serenas o ebrias, no son nuestras.
No es una cuestión de años, tampoco de venganza: se trata de la cuestión esencial de si el Estado español avala la cultura de la violación. Por eso, si no reculan, si no buscan solución racional a este insulto a las mujeres, sin justicia, no habrá paz.
Vamos a acabar con este clima de sospecha y duda de nuestros testimonios. Vamos a acabar con una justicia patriarcal que nos quiere apaleadas o muertas para poder reconocer una violación. Vamos acabar con la cultura de la violencia sexual. Exigimos un poder judicial adecuadamente preparado, y no uno que, en el mejor de los casos, es caduco e inútil, socialmente dañino, sin la obligada capacitación en perspectiva de género y, en el peor, está conformado por una élite patriarcal que alimenta el terrorismo machista.
Tomen nota, no vamos a parar y nos sobra creatividad para organizar la rabia.
Hermanas y hermanos, nos vemos en las calles.