Febrero 2009. Gaza

El salvaje asalto del ejército israelí a la Franja de Gaza, que se ha prolongado durante tres semanas, ha dejado tras de sí más de 1.300 muertos, varios miles de heridos, infinidad de edificios destruidos y unos daños materiales que se han valorado en muchísimos millones de euros. Por lo que respecta a los muertos, muchos de ellos eran civiles – como suele ocurrir en toda guerra moderna- , destacando por su dramatismo el hecho de que más de la cuarta parte eran niños; cosa nada extraña, desde luego, si tenemos en cuenta que el ataque se inició con un bombardeo aéreo el 27 de diciembre, a las 10:30 hora española, justamente en el momento en el que los niños palestinos salían de sus colegios.

O sea, que todo parece indicar que se buscó deliberadamente el causar el mayor daño posible entre los miembros más inocentes de la población palestina, lo cual tampoco puede sorprendernos, cuando sabemos que todos los ejércitos del mundo utilizan habitualmente el ataque a los elementos más débiles del enemigo y la violación de su población femenina -e incluso de niñas o niños- , como forma de guerra psicológica que mine la moral de los combatientes. Ni siquiera los cascos azules de la ONU se han visto libres del escándalo en no pocos países, al haber cometido abusos y sevicias de todo tipo. Lo cierto es que Israel no sólo ha destruido parte de la infraestructura del movimiento Hamás, sino que ha atacado y destruido también las débiles infraestructuras socio-sanitarias y educativas de la sociedad palestina de Gaza, escasamente organizadas y poco consolidadas, ya de por sí, a causa, principalmente, del bloqueo impuesto por los judíos, que han convertido la Franja en una gran prisión, en la que no faltan ni los muros. La situación de auténtico encarcelamiento de los habitantes de Gaza ha imposibilitado la huida de los no combatientes; de no haber existido ese rígido cerco, no hay duda de que los refugiados se habrían contado por cientos de miles.

Las acciones criminales del ejército israelí indignaron a la opinión pública, que ha mostrado su ira en innumerables manifestaciones y concentraciones realizadas en numerosos lugares del planeta; tales actos rechazaban la crueldad del Estado judío y apoyaban a los palestinos masacrados. Ahora bien: nosotros, como libertarios, no podemos unir nuestras voces al coro de los que exigen un Estado palestino. Nuestra solidaridad está con el pueblo palestino, no con un hipotético Estado que -a la vista de lo que ocurre en Gaza- sería más bien de tipo teocrático, del mismo modo que no estamos a favor del Estado de Israel, ni del de España, ni de ningún otro.

Se acusa -y con razón- a Israel de practicar el terrorismo de Estado y de que su ejército ha cometido crímenes de guerra en Gaza, pero la experiencia demuestra que no hay ningún Estado que no sea terrorista, ni ningún ejército que no cometa crímenes en las campañas bélicas. Ya hemos hablado antes de esto, y por monstruoso que sea -que lo es- no  deja de ser completamente lógico. Para que quede más claro: si a los militares se les enseña a matar de la forma más rápida y eficaz al mayor número posible de enemigos, y además se les paga y se les premia por ello, ¿puede alguien extrañarse de que, cuando reciben las órdenes oportunas, se dediquen a asesinar a mansalva, dando rienda suelta a sus instintos más primarios? Y lo mismo vale para cualquier organización armada jerarquizada, ya se trate de un ejército regular o ya de una milicia. Según se ha publicado, miembros de Hamás han asesinado, aprovechando el ataque israelí a más de 100 militantes de Al Fata. Aunque haya que tomar la noticia con la debida cautela -pues sabemos quiénes controlan las agencias informativas- , no sería la primera vez que se procede de un modo similar. En cualquier caso, no hemos escuchado ninguna voz que reclamara, al menos, que se investigaran los hechos, ni tampoco sabemos que se hayan organizado manifestaciones de protesta, y aunque decíamos que había que tomar las noticias con la debida cautela, no hay que olvidar que Hamás conquistó el poder por la fuerza de las armas -al negarles lo que habían ganado en las urnas-, y durante los enfrentamientos (auténtica guerra civil) murieron -y de esto no hay duda- al menos 100 palestinos. Por ello resulta creíble que Hamás haya aprovechado el ataque de los judíos para proceder a la eliminación física de sus adversarios políticos, aduciendo, parece ser, que proporcionaban información a los israelíes sobre posibles objetivos, lo cual podría ser cierto en algunos casos, pero que, sin duda, justificaba y legitimaba las ejecuciones ante la opinión pública palestina; no hay que olvidar, tampoco, que en bastantes ocasiones se ha procedido -y también por parte  de Al Fata- a fusilamientos públicos.

Lo que parece evidente es que Hamás ha cometido graves errores: creyó que Israel no atacaría en vísperas de  elecciones generales o que, en caso de hacerlo, el ataque no duraría más de tres días y, desde luego, en ningún caso pensaron sus dirigentes que la agresión judía fuera tan virulenta y con tal despliegue de medios. Por eso, no renovaron la tregua y se dedicaron a lanzar sus cohetes, que son como picaduras de mosquito para el ejército judío, uno de los mejor armados del mundo, gracias al apoyo incondicional de Estados Unidos. Y la depauperada población civil palestina ha sufrido, y sufrirá, las gravísimas consecuencias de su falta de visión, que se traducirá, sin duda, en un empeoramiento, si cabe, de las condiciones y en un acortamiento de la esperanza de vida.
El comportamiento de Israel, al desatar la guerra no sólo contra una organización enemiga, sino también contra una  población civil inerme, servirá para atizar más aún los odios, dando  argumentos a Irán y a Al Qaeda.

Como dejó escrito ERRICO MALATESTA, sólo la destrucción de los Estados podrá garantizar la fraternidad entre los pueblos, y la justicia y la libertad para todos. Por ello, la única guerra justa es la guerra social, la guerra de clases, la guerra que se haga para acabar, de una vez por todas con la dominación política y la explotación económica, conquistando así la libertad y la emancipación para todos. El odio a otros pueblos, por el mero hecho de ser diferentes, sólo sirve a los intereses de la clase dominante.

¡¡GUERRA A LA GUERRA!!
¡¡MUERTE A LA MUERTE!!

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