Agosto-Septiempre 2009 – Contra Cualquier Pacto Social

Una vez más, los autodenominados agentes sociales se están reuniendo con el objetivo declarado de llegar a un nuevo pacto social -aunque no le dan ese nombre, tal vez porque les avergüence utilizarlo-, y tanto UGT-CCOO como la CEOE y el Gobierno supuestamente socialista intentan convencernos a todos de la conveniencia de llegar a un acuerdo de ese tipo.

La CNT, sin embargo, está absolutamente en contra de que se suscriba ese pacto o cualquier otro, puesto que no son más que cambalaches y componendas que únicamente sirven para remachar las cadenas que nos atan, no por invisibles menos sólidas. Aunque -repetimos- no hablan de pacto, sino de diálogo social; tal vez crean que esta última expresión es más suave, y por ello puede ser aceptada más fácilmente, pues dialogar no presupone necesariamente llegar a acuerdos concretos. Pero no nos van a engañar con tan burdas artimañas, porque, en el mejor de los casos, ¿cabe el diálogo entre el verdugo y la víctima? ¿Cabe el diálogo entre el amo y el esclavo? Nosotros creemos que no, y consideramos, en consecuencia, que tampoco cabe el diálogo entre el explotador y el explotado, entre el liberticida y el libertario. No cabe pacto con el enemigo.

Los militantes de la CNT gozamos de buena memoria, y conocimos ya, desde la muerte del Dictador, numerosos pactos sociales (Pactos de la Moncloa, AMI, ANE, AI, AES…), todos los cuales supusieron la entrega de los partidos mal llamados de izquierda, de sus sindicatos-correas de transmisión, o de ambos, en brazos del capitalismo, plegándose a las exigencias económicas del Sistema con tal de conseguir, mantener e ir incrementando sus prebendas y privilegios. Todos los partidos se mantienen a costa de los presupuestos generales del Estado, e igualmente ocurre con los sindicatos reformistas, que son todos excepto la CNT. Al fin y al cabo, el sistema de elecciones sindicales no es otra cosa que trasladar al seno de los centros de trabajo el parlamentarismo democrático-burgués, y un comité de empresa es una reproducción a pequeña escala del Congreso de los Diputados. Lo mismo que los partidos garantizan al Estado la sumisión de los ciudadanos en general, a través de las elecciones políticas, los sindicatos garantizan al Capital la sumisión de los trabajadores en particular.

En último extremo -tanto por la vía de las elecciones políticas como de las elecciones sindicales- se busca la autoanulación del individuo, que mediante el acto de votar delega su poder de decisión en otras instancias, y perpetúa, así, su doble condición de explotado y oprimido, con lo que el capitalismo se eterniza e incluso va perfeccionando sus estructuras. Pero es que, por otro lado, la aceptación del sistema de elecciones sindicales es la aceptación de la ausencia de libertad sindical. Lo decimos así de claro: En España no existe la libertad sindical, y quien diga que si o es un iluso o es un malvado. No puede existir libertad sindical cuando se impone un sistema (el de elecciones) y se persigue en no pocos casos, más o menos descaradamente, la constitución de secciones sindicales de la CNT. Constantemente entramos en conflicto con empresas que despiden a quien se presenta como delegado o delegada de una sección sindical confederal. Estamos -lo venimos diciendo desde hace muchos años- ante un nuevo verticalismo, como el que imperaba bajo el régimen franquista.

Cuando escribimos este editorial, los tales agentes sociales siguen con sus reuniones o aquelarres, y mientras tanto nos van distrayendo a través de los medios de comunicación, hablándonos de que la CEOE exige una rebaja del 5% en la cotización a la Seguridad Social, lo cual a los sindicatos y al Gobierno les parece exagerado, barajando estos últimos un tanto por ciento menor; en resumen: han entrado en el regateo, lo que supone que alguna rebaja tendrán los empresarios. Ello significa, evidentemente, que la plusvalía que los explotadores obtendrán con nuestro trabajo será mayor, desviándose hacia las arcas de las empresas una importantísima cantidad de dinero que debería continuar llegando a la Seguridad Social, como hasta ahora. Y todo ello no impedirá, por supuesto, que sigan atemorizando a los jubilados con la probable quiebra de la Seguridad Social si no votan al partido en el poder.

Además, la CEOE exige la flexibilización y el abaratamiento del despido, su tema recurrente y, en cualquier caso, una situación como la actual siempre beneficia a la clase explotadora, porque cuando la situación económica vuelva a la normalidad, los empresarios dispondrán de un enorme ejército de parados, entre los que podrán escoger a aquellos que sean más sumisos y estén dispuestos a trabajar jornadas más largas por salarios más bajos.

Al final, nos echarán encima una nueva reforma laboral (aunque sin nombrarla), después de un pacto social (al que llamaran -ya lo llaman- diálogo). Y, para acabar de rematar la faena, la delincuencia provocada por la situación económica les servirá para justificar el control policíaco de la sociedad, porque siempre es bueno para el Estado un índice de delincuencia que pueda manejar con cierta facilidad y sea la excusa para dictar leyes represivas.

En resumen: hay que abandonar esas organizaciones supuestamente sindicales que son, en realidad, instituciones del Estado y piezas clave del Sistema Capitalista. Hay que abandonar esos seudosindicatos, lo mismo que en su día se abandonó el sindicalismo vertical fascista. La alternativa es clara: la CNT. Una central sindical digna de tal nombre cuyos miembros ni pactamos ni callamos.

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