Martin Villa, la matanza y el mito
El 3 de marzo de 1976 fue atacada una asamblea de 4000 trabajadores en la iglesia de San Francisco de Vitoria provocando una matanza. Un ataque efectuado por las fuerzas de represión estatales que usó munición real contra trabajadores inermes. Murieron 5 y más de 100 fueron heridos. De nuevo, en los Sanfermines de 1978 la policía actuó con munición real para parar (¿parar?) los enfrentamientos derivados de la petición de amnistía total por una parte de los participantes.
Es evidente que Rodolfo Martín Villa, Ministro de Interior de 1976-1979, es uno de los máximos responsables políticos de estas muertes. Así lo ve CNT, parte de la querella argentina. Por desgracia, se vuelve a poner de manifiesto que el mito de la transición ejemplar es intocable, y para ello salen al rescate todos los representantes vivos de esa herencia: 4 ex-presidentes y 4 ex-secretarios sindicales. Todos ellos caras reconocibles de la historia política de los últimos 30 años.
No es casual que los ex-presidentes autores de las cartas en defensa de Martín Villa sean la representación de posturas enfrentadas en el seno de sendos partidos. Por parte del PSOE encontramos a Felipe González y a Zapatero, por parte del PP a Aznar y Rajoy. El mensaje es claro: las diferencias se diluyen cuando se trata de mantener el mito de la transición modélica. De esto deducimos que no lo fue y que tienen mucho que perder si se demuestra.
Los sindicalistas que han escrito defendiendo al que fue Ministro de Relaciones Sindicales son Nicolás Redondo y Cándido Méndez (UGT), Antonio Gutierrez y Jose María Fidalgo (CCOO) . Bochornoso e incongruente, pero además necesario para cimentar ese mito de la transición en la mala prensa del sindicalismo. Mala prensa basada en este mensaje: «todos los sindicatos son iguales y a la hora de la verdad van a ponerse al lado del poder».
Todo para que se mantenga la mitología de que con la colaboración de estos partidos y la muerte de Franco llegó fácilmente la democracia. Mientras, los sindicatos mayoritarios vieron el vergel de subvenciones que se les venía encima si no se portaban mal, sin dejar de dar esa imagen de «chicos malos», que de tanto en tanto te montan una huelga, pero que llegado el momento adecuado se sientan con quien haya que sentarse o escriben cartas para defender a un asesino.
Ellos han escrito palabras blandas para aminorar la matanza, para hacer del asesino un abuelo tierno de la transición. Nosotras no podemos permitir la impunidad frente a un asesinato fascista.
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