Somos anarquistas: estamos en contra del dogma. ¿Sencillo, verdad? Si los dogmas no atravesaran nuestra cultura y educación sería realmente sencillo, pero no es así. Los dogmas son seductores, porque plantean seguridad y certeza. Y la peor de todas las certezas es la «pureza», el «anarquismo de verdad», el que no se entretiene en temas menores, y siempre clama por la revolución social.
Voy a basarme en un histórico para hablar de todo esto. Ricardo Mella hace una defensa de lo antidogmático como esencia del anarquismo, no por mera esencia, si no porque entiende el anarquismo como una ciencia y una filosofía que excede las ciencias y filosofías hasta el momento. Las excede precisamente porque reconoce el límite de las mismas en la inteligencia humana y en el cambio constante de las situaciones, contexto y, por tanto, de las soluciones. «[…]Y esta filosofía tan pertinazmente negada al anarquismo, que no es la idea definitiva, sino la iniciación definitiva del libre desenvolvimiento de las ideas y de las cosas, esta filosofía es lo único positivo que puede entresacarse de la inmensa labor científica de los hombres»1.
Esta pureza siempre viene revestida de cierto aire bélico, de una nostalgia de fusiles y «ajuste de cuentas». Esta pureza nos plantea una revolución social de «anarquistas de verdad» contra el resto. Hace más de cien años Ricardo Mella escribía contra la literatura bélica, la que hacían (y hacen) politicos, curas y empresarios convirtiendo a «los borregos en lobos»2 . Y podríamos pensar que esta crítica es externa a nosotros, pero tiene otro texto maravilloso llamado «Revolucionarios sí, voceros de la revolución, no»3, donde critica precisamente ese discurso bélico, sin reflexión ni acción en lo cotidiano dentro del mundo revolucionario.
«Dícese por aquellos adversarios del anarquismo, más abiertos a las ideas radicales que, esa doctrina es hasta ahora un conjunto de hermosos jirones sin trabazón sistemática» »4. Traigo esta otra cita, porque precismente entre puristas, es habitual hacer de menos a las luchas y temas que no les interesan con términos como ese de los «hermosos jirones sin trabazón sistemática», que, salvando las distancias del lenguaje en el tiempo, se puede traducir al tan conocido «a mi todo esto me suena muy bonito pero hay que ser realista». A veces pueden tener razón, pero es interesante observar que estas criticas nos dividen en «crédulos desinformados» y «gente seria y sensata». Esto abre una brecha jerarquica, y al igual que estamos en contra de los dogmas estamos en contra de la jerarquía. Por lo tanto, la «pureza» puede llevarnos a la incoherencia.
La pureza no es práctica, porque exige observarnos constantemente para que no se «contamine». Nos pone tantas sujecciones que no nos deja trabajar fuera de nosotras mismas por miedo a solaparnos, perder tiempo o diluirnos en otras formaciones. Y es divertido, porque al final la pureza vive de la imposibilidad de lograr lo que quiere, una revolución social de anarquistas de verdad. ¿Por qué? Porque para que una revolución sea social tiene que seducir a gente que por su historia y sensibilidad no va a entrar nunca en la categoría «anarquista de verdad». La pureza no es práctica porque es ante todo teoría. La revolución se hace en la forma en que vivimos, nos relacionamos, nos tratamos y actuamos cada día. La revolución se practica. La revolución es práctica.
No digo que CNT o cualquier otra organización deba perder su identidad, si no que la revolución social no está en la identidad, está en las relaciones. Si en los años treinta triunfó una revolución fue también porque la gente tenía a los sindicatos por una segunda casa, escuela y foco cultural. Fueron las relaciones entre sus miembros, la unión frente a las detenciones y la relación con las personas del barrio donde se ubicaban lo que les hizo conformarse como la «sociedad» que llevó a cabo esa «revolución social». La CNT de los años treinta se metía sonriendo en el fango de las relaciones sociales con gente externa al anarquismo, teniendo al mismo tiempo muy claro quienes eran, y convencieron con hechos: no sólo con palabras.
Jaime M.T.
Bibliografía – Mella, Ricardo (1975). Ideario. Toulouse, Ediciones CNT.
1 El socialismo anarquista: prolegómenos. «NATURA» números 17 y 18. Barcelona, junio de 1904.
2 Literaturas bélicas, «El libertario» núm. 1. Gijón 10 de agosto, 1912.
3 Revolucionario sí, voceros de la revolución no. «ACCIÓN LIBERTARIA», núm. 14. Gijón 17 de marzo 1911.
4 El socialismo anarquista: prolegómenos. Bis.