Hoy, 11 de febrero, es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Lleva siéndolo desde el 2005 y a día de hoy los objetivos logrados en lo laboral, en el acceso a la ciencia o los logros simbólicos son más bien escasos. Ha habido una labor importante de difusión y recuperación de la memoria de las mujeres. Aun así, la memoria colectiva puede apenas nombrar a Marie Curie cuando se pregunta por mujeres científicas.
Desde la Administración se ha volcado una mayor inversión en la celebración del día en sí que en los objetivos a lograr. Lo demuestran carteles, concursos, exposiciones, etc. Un esfuerzo necesario, pero insuficiente. Necesario porque plantea un horizonte a las niñas e insuficiente porque ese horizonte sigue sin ser atractivo o viable en muchas ocasiones.
El ámbito de la investigación en España es precario. Esto significa que lo es más para las mujeres. Su presencia es menor (sólo un 30% del sector de la investigación y un 20% en las cátedras universitarias) y no por cuestiones fortuitas. La investigación implica una dedicación enorme. En una sociedad machista que espera de ellas que se hagan cargo de sus criaturas por parirlas, cumplir con una doble jornada laboral, y no cuestionar el triste ego de muchas de sus parejas heterosexuales con un sueldo mayor o una ocupación más «importante».
La inversión en investigación en datos macro puede no parecernos tan baja (1,2 % del PIB), pero en la práctica vemos contratos en prácticas, sueldos mileuristas e inestabilidad en los contratos.
La investigación, así como los cuidados, son trabajos que no pueden monetizarse. Por ello son precarios, porque no entran en las lógicas de inmediatez del mercado. Porque plantean resultados a medio y largo plazo. De esta forma, el empresario medio español, que dedica gran parte de su tiempo a pacer en cafeterías, quejarse y rumiar jamón, lo de invertir en investigación, como que «no lo ven».
Por otro lado, no queremos dejar de criticar la imagen que se proyecta de las investigadoras. Existe un arquetipo: mujer blanca con bata blanca que sujeta una probeta. Pero más allá del aburrimiento que nos provoca, debemos clamar por las investigadoras en campos fuera de este arquetipo. Hay investigadoras racializadas, con cuerpos y edades que se escapan de las «smart girls» de anuncio y, por supuesto, fuera de las ciencias exactas, aun menos monetizables.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cómo sería un mundo donde se invirtiera en la filosofía de la ética? ¿O en investigadoras que planteen horizontes sostenibles de conciliación a través de la arquitectura, la educación u otras disciplinas? ¿Cómo sería nuestro día a día con una investigación decente en formas de sostenibilidad tecnológica?
Volviendo al ahora, si eres investigadora o científica de cualquier ramo no esperes a tener un conflicto laboral. Afíliate, trabaja en común con un sindicato de clase, feminista y combativo para conseguir unas condiciones dignas para todas. Para las mujeres en la ciencia y para las niñas por venir.