28M: CARGA MENTAL, RIESGO LABORAL

Es muy posible que conozcamos los riesgos laborales asociados a accidentes de trabajo, sin embargo los asociados a «enfermedades profesionales» (muchas de ellas no reconocidas como tal) o singularmente a las «enfermedades relacionadas con el trabajo» son mucho menos estudiados y reconocidos. En estos dos últimos campos se enmarcan los riesgos más comunes entre las mujeres y también los «riesgos psicosociales».

Los «riesgos psicosociales» son aquellos relacionados con la organización del trabajo. Es decir, con la organización de espacios, horarios, reuniones, reparto de tareas…y, evidentemente, este tipo de riesgos son mayores si atendemos a la clase, género o etnia de las personas trabajadoras puesto que la organización de nuestros puestos de trabajo no está libre de sesgos.

¿Por qué a las mujeres nos afecta mucho más esto? Lo resumiremos con dos conceptos interesantes: «doble presencia» y «carga mental».

La primera se refiere a que las mujeres estamos al mismo tiempo en los espacios productivos («empleo») y en los espacios reproductivos («cuidados») por lo que tenemos que estar continuamente «haciendo malabares» para poder estar presentes en ambos, lo que lleva a una invisibilización constante en el espacio productivo, con consecuencias como estrés, ansiedad, insomnio, tendencia al tabaquismo, hipertensión y mayor insatisfacción laboral. Al mismo tiempo, para poder hacerlo, tendemos a una contratación a tiempo parcial que al final es una contratación precaria que afecta a nuestra salud.

Unos pocos datos: en España las mujeres dedican cuatro veces más tiempo al trabajo doméstico que los hombres y no podemos olvidar que 8 de cada 10 familias monoparentales están encabezadas por mujeres. (Informe Guterres de la ONU)

La segunda es definida por el Instituto de Seguridad Social en el Trabajo como «el conjunto de requerimientos mentales, cognitivos o intelectuales a los que se ve sometido el trabajador a lo largo de su jornada laboral, es decir, nivel de actividad mental o de esfuerzo intelectual necesario para desarrollar el trabajo». Solo con ver la definición podemos ver que la mayor o menor «carga mental» va a depender de los descansos, los horarios o las horas extra. El hecho de encontrarnos las mujeres en puestos de trabajo precarizados, con «triple jornada», que también conlleva una fuerte «carga mental» (como puede serse en el vídeo viral de «Los ayudadores») uniéndolo a la necesidad de realizar más «horas extra» y a la feminización de sectores de atención personalizada (por tanto, con mayor «carga mental») nos hace ver porqué nuestra exposición a este riesgo es mayor.

Debemos tener una visión amplia de la «precarización» o del llamado «trabajo precario» para entender esto e ir más allá del salario porque incluye el desempoderamiento colectivo, la vulnerabilidad, la falta de derechos sociales y la dificultad del ejercicio de los mismos. Evidentemente poder reclamar cambios en la organización laboral es crucial para cambiar todo esto.

En las crisis económicas, como en la que nos encontramos, siempre aumentan los riesgos de salud laboral. En el informe “Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento”, realizado por la Universidad del País Vasco y en el que han colaborado investigadores e investigadoras de otras cinco universidades estatales se concluye que, si bien el malestar psicológico ha aumentado en todos los grupos considerados, éste ha sido significativamente mayor en las mujeres. En relación a la dimensión de estabilidad emocional, hay un aumento de sentimientos depresivos (un 48% de mujeres frente al 36% de los hombres), de sentimientos pesimistas o de desesperanza, de ideas autolíticas, de sentimiento de soledad y de culpa, de irritabilidad y enfado; incremento de los cambios de humor; así como una disminución de los sentimientos de confianza, optimismo, vitalidad y energía. Respecto al tiempo dedicado al descanso, el estudio también refleja diferencias relevantes: si el 46% hombres afirmaban tener problemas para conciliar el sueño, el porcentaje de mujeres que sufrían insomnio crecía hasta el 59% de las encuestadas.

Es fundamental para poder compaginar nuestra salud con el empleo que tengamos en cuenta la organización de horarios, el reparto equitativo de todos los trabajos que se realizan de manera gratuita y que son fundamentales para la vida (lo que llamamos «cuidados») y que las evaluaciones de riesgos laborales incluyan esta perspectiva para no dejar, de nuevo, fuera de las mismas los que más afectan a las personas más vulnerables y a las mujeres. Poder organizarse en el trabajo y exigir estas evaluaciones (que deben formar parte de los famosos Planes de Igualdad) y los cambios necesarios también va a depender de los tiempos de descanso, militancia y ocio de los que podamos disponer.

Desde CNT reivindicamos que la solución a los riesgos psicosociales nunca es individual porque los cambios que necesitamos para minimizarlos son estructurales: es imposible que las mujeres dejemos de sufrir estrés, depresión o ansiedad si en la organización del trabajo no se tiene en cuenta nuestra realidad específica. Es imposible hacerlo solas, el intentarlo nos está costando nuestra salud y poder disponer de nuestras vidas.