“El estado tiene que defender la vida”. Me desayuno con la multitudinaria marcha contra el aborto en Madrid y no puedo dejar de sonrojarme cuando leo afirmaciones como ésta. Nunca pensé que alguien por el hecho de profesar una ideología tenga por qué ser más inteligente, honrado, generoso o trabajador que otra pero desde luego las ideas son vehículo de cualidades (a)morales. No entiende el lector cómo puede nadie manifestarse contra el aborto y al unísono a favor de la defensa de la vida por parte del estado. Estado y vida son antagónicos. El estado surgió para encauzar la vida, para enajenar a la humanidad y a la naturaleza de su ser. El estado decide quién vive y quien muere mediante la ley y el orden. Es la ley la que convierte en asesino a un suicida, “racionaliza” la pena capital, legitima la tortura (véase Guantánamo, régimen FIES y otros) y declara la guerra. El estado no sólo sanciona el uso de la violencia, pretende acaparararla. Policía, carceleros y ejército son sus brazos ejecutores; en ocasiones intercambian papeles, tanto monta, monta tanto. Violencia y estatismo son una misma cosa. “Al final la única dialéctiva válida es la de los puños”. Cuando acaba la mascarada vemos su rostro más atroz: fascismo, bolcheviquismo, nazismo, nacionalcatolismo y tantos otros –ismos interesados en vivir a costa y a pesar de.
No faltan en la manifestación criaturas que sus padres agitan como trofeos de una pugna con el estado (socialista) que les podría haber arrebatado a sus hijos si hubieran legislado antes el derecho al aborto. “Ave Zapatero. Morituri te salutant”. Hay quien quiere hacernos confundir derecho con obligación. El discurso del ala derechista del estatismo convierte en agravio colectivo lo que es libertad individual. Ni nos han obligado a casarnos con personas de nuestro mismo sexo ni se empujará a ninguna mujer a la interrupción del embarazo (I. voluntaria E.). Obvian un derecho como la vivienda, por detrás siempre de su antagónico: la propiedad. Y mutan otro: el del trabajo, en obligación. Cuestiones de posición: blancas comen negras, en las damas y en la realidad. El que tiene (pisos, empresas, tierras…) quiere aumentar -conservar como mínimo- aún a costa de la vida de la mayoría de la humanidad: trabajadores y madres que habrán de seguir dando brazos y cerebros en abundancia que sostengan su sistema.