Noviembre 2009 – Manifestaciones pro vida

Al cierre de esta edición, semana y media después del día de autos, seguimos con el baile de cifras sobre la manifestación contra la interrupción voluntaria del embarazo: 2 millones según los organizadores, 1,2 estima la Comunidad de Madrid, 265 mil para El País y algo menos según la Policía Nacional. La estimación más exacta parece ser la de una empresa que se dedica a contar los manifestantes uno a uno. Total: 55.316. Cuarenta veces menos de lo “estimado” por la organización. ¿Tan sólo es la tecnología la responsable de esa diferencia? Si repasamos los datos del manifestódromo nacional desde la Transición tan sólo encontramos unanimidad cuando se trata de convocatorias unitarias del poder político: 23F, asesinatos de Tomás y Valiente y Miguel Ángel Blanco, atentados de Atocha… Sin embargo en las marchas contra la guerra de Irak de febrero de 2003; contra, o a favor, del matrimonio gay; se vuelven a repetir diferencias de orden 20, como máximo. Mitad de la diferencia que nos ocupa. ¿Se convertirá Lynce en el nuevo enemigo de la libertad de expresión? Por lo pronto consigue lo que muchos maderos intentaron antes a palos (perdón por la redundancia): disolver manifestantes. Todos los que alguna vez hemos tenido que dar una cifra sobre la asistencia a una convocatoria hemos hecho estimaciones a la alta. Una cosa es exagerar un poco las cifras y otra meter 41,2 asistentes en un metro cuadrado de asfalto. De ahí para abajo hagan cuentas para contrastar el grado de sadismo de las estimaciones. No nos engañemos: mentir, aunque entra dentro de la libertad de expresión, es una indecencia. ¡Qué nos podríamos esperar de tanto cura y beata! Aunque bueno, si son seguidores de un tipo nacido de una virgen fecundada por una paloma, estas(os) cuentas(os) de la vieja no son de extrañar. Ni las matemáticas ni ninguna ciencia son lo suyo.

Pero aquel fatídico 17 de octubre no sólo supuso un gustoso calvario para cada uno de los dignos españoles obligados a pasearse bajo un sol de espanto (de otoño, que pica más) apretado entre otros cuarenta iguales en 5 metros cúbicos (¿de un metro de lado de base? ¡Horror: en realidad eran catalanes!). Aquel dantesco espectáculo estaba salpicado de proclamas torticeras y maniqueas, que podrían ser normales en la chusma pero nunca entre la gente de orden.

“El estado tiene que defender la vida”. Me desayuno con la multitudinaria marcha contra el aborto en Madrid y no puedo dejar de sonrojarme cuando leo afirmaciones como ésta. Nunca pensé que alguien por el hecho de profesar una ideología tenga por qué ser más inteligente, honrado, generoso o trabajador que otra pero desde luego las ideas son vehículo de cualidades (a)morales. No entiende el lector cómo puede nadie manifestarse contra el aborto y al unísono a favor de la defensa de la vida por parte del estado. Estado y vida son antagónicos. El estado surgió para encauzar la vida, para enajenar a la humanidad y a la naturaleza de su ser. El  estado decide quién vive y quien muere mediante la ley y el orden. Es la ley la que convierte en asesino a un suicida, “racionaliza” la pena capital, legitima la tortura (véase Guantánamo, régimen FIES y otros) y declara la guerra. El estado no sólo sanciona el uso de la violencia, pretende acaparararla. Policía, carceleros y ejército son sus brazos ejecutores; en ocasiones intercambian papeles, tanto monta, monta tanto. Violencia y estatismo son una misma cosa. “Al final la única dialéctiva válida es la de los puños”. Cuando acaba la mascarada vemos su rostro más atroz: fascismo, bolcheviquismo, nazismo, nacionalcatolismo y tantos otros –ismos interesados en vivir a costa y a pesar de.

No faltan en la manifestación criaturas que sus padres agitan como trofeos de una pugna con el estado (socialista) que les podría haber arrebatado a sus hijos si hubieran legislado antes el derecho al aborto. “Ave Zapatero. Morituri te salutant”. Hay quien quiere hacernos confundir derecho con obligación. El discurso del ala derechista del estatismo convierte en agravio colectivo lo que es libertad individual. Ni nos han obligado a casarnos con personas de nuestro mismo sexo ni se empujará a ninguna mujer a la interrupción del embarazo (I. voluntaria E.). Obvian un derecho como la vivienda, por detrás siempre de su antagónico: la propiedad. Y mutan otro: el del trabajo, en obligación. Cuestiones de posición: blancas comen negras, en las damas y en la realidad. El que tiene (pisos, empresas, tierras…) quiere aumentar -conservar como mínimo- aún a costa de la vida de la mayoría de la humanidad: trabajadores y madres que habrán de seguir dando brazos y cerebros en abundancia que sostengan su sistema.

Deja una respuesta