Junio de 2010, La solución a la crisis

Las crisis económicas son consustanciales al sistema capitalista. Se producen periódicamente, desde que tal sistema existe, para desgracia de la Humanidad. Lo más curioso es que las crisis del capitalismo son crisis de superproducción, a diferencia de otras épocas en las que las crisis no ocurrían por sobreabundancia de productos, sino por escasez o carencia de los mismos, lo que acarreaba grandes hambrunas con su cortejo de enfermedades y muerte.

En cualquier caso, no seremos nosotros quienes digamos a los capitalistas qué deben hacer para superar una crisis de la que sólo ellos son responsables, pero de la que -como ocurre siempre- sólo los asalariados pagaremos las consecuencias. Para nosotros la crisis es permanente; lo único que cambia es que en algunos momentos -como en los actuales- nuestra situación se agrava. Al fin y al cabo, el problema reside en la correlación de fuerzas entre dos clases sociales con intereses contrapuestos, antagónicos: la clase burguesa, que detenta la propiedad exclusiva de los medios de producción y de distribución, y la clase proletaria, que no posee más que su fuerza de trabajo manual o intelectual y que, por ello, tiende a vender esa fuerza al precio más alto posible. El salario del trabajador, y por ende el trabajador mismo, es sólo un concepto más de los que integran el coste de producción, exactamente igual que la maquinaria, el fluido eléctrico o el combustible. Y cuando se considera así al trabajador, y no como a un ser humano, se le puede despedir sin contemplaciones, rebajar el sueldo, humillar, acosar para que él mismo rescinda voluntariamente el contrato de trabajo ahorrándose el empresario la indemnización por despido improcedente, etc. Cuando se hace abstracción de la condición humana de otros seres, cuando se les deshumaniza, se puede hacer con ellos lo que se quiera, sin remordimientos ni escrúpulos morales de ningún tipo. Y eso es, ni más ni menos, lo que los capitalistas hacen con nosotros.

Aunque hemos dicho más arriba que no diremos a los capitalistas qué deben hacer para salir de SU crisis, no podemos permanecer callados ante las medidas anunciadas por el gobierno, que se traducirán en brevísimo plazo en un decretazo antiobrero a añadir a la larga lista de los promulgados durante los años de existencia de esto que llaman pomposamente régimen democrático. Y tenemos que decir que rebajar el sueldo a los funcionarios, congelar las pensiones o eliminar la retroactividad de los efectos económicos en las resoluciones derivadas de la Ley de Dependencia -entre otras medidas- no es el camino más apropiado para solucionar la llamada crisis, y contarán con la oposición decidida de la CNT.

Sin pretender ser exhaustivos, vamos a citar algunas medidas que deberían adoptarse, sin tocar para nada a los funcionarios, los pensionistas o los dependientes:

– Eliminación de las subvenciones a los partidos, sindicatos y organizaciones empresariales (que se financien exclusivamente con las cuotas y donativos de sus afiliados).

– Eliminación de las subvenciones a las ONG, organizaciones que, paradójicamente, no pueden ser más gubernamentales, al depender económicamente del gobierno de turno. Además, esas organizaciones no gubernamentales dependen o de la iglesia católica (gran parte de ellas) o de los partidos, los sindicatos o la patronal, que tienen así otra vía más de financiación.

– Desaparición del sistema autonómico. Además de mantener al gobierno central, mantenemos a todos los gobiernos de las autonomías, con el consiguiente encarecimiento y la proliferación del caciquismo y la corrupción. Es evidente que ello supondría la reforma de la Constitución de 1978, pero si por vía de urgencia se puede atentar contra los derechos económicos y sociales de los trabajadores, no podemos admitir que revista dificultad alguna cualquier otra reforma legal, aunque se trate de la Constitución a la que, por cierto, los libertarios ni votamos ni aceptamos.

– Desaparición de varios ministerios claramente inútiles (lo ideal sería la desaparición de todo el Gobierno).

Podrían haberse evitado los gastos ocasionados por el Plan España 2000, pero eso no tiene remedio, aunque sólo ha servido para disfrazar un poco el paro en la construcción, realizando obras innecesarias e incluso absurdas, en no pocos casos.

Lo cierto es que nos encontramos inmersos en el liberalismo a ultranza, y es correcta la expresión neoliberalismo que se suele emplear, porque ya no se trata (como en el liberalismo clásico) de dos clases sociales enfrentadas y el Estado como una especie de árbitro, sino que la burguesía ha conquistado el Estado y lo ha puesto a su servicio directo, para asegurarse de que cumple la función para la que fue creado: garantizar la dominación política de la burguesía sobre los trabajadores, condición indispensable para poder seguir explotándonos perpetuamente.

¿Qué podemos hacer? Desde luego, organizarnos para la lucha contra el Sistema, porque desapareciendo el capitalismo desaparecerán las crisis. Los grandes males sólo pueden combatirse con grandes remedios, y tales remedios no consisten, por supuesto, en una huelga general de 24 horas, y en el mejor de los casos sería una válvula de escape para la presión que les hacen los trabajadores, incluidas sus propias bases.

Una huelga general indefinida, que paralice el país hasta que el Gobierno retire las medidas antiobreras y antisociales y que sirva de aglutinante para que los trabajadores recuperen la conciencia de clase y actúen unidos, con la mirada puesta en la destrucción del sistema capitalista por medio de la revolución social, es el único medicamento eficaz contra las enfermedades congénitas del propio sistema.

Deja una respuesta