Febrero de 2010: Brillo en los ojos

"Nos enseñan a matar,
mucho más que a sembrar un árbol,
nos enseñan a matar.
Y a los que nos rebelamos
sólo nos queda gritar
¡Ni guerra, ni dios, ni amo!"

El Cabrero

Por una vez y sin que siente precedente vamos a hablar en positivo 😉 Este periódico, haciendo gala de "ser vocero de una central anarconsindicalista", va a sorprender a propios y extraños con una serie de comentarios sensibleros. No es tarea fácil para alguien que llora más por necesidad (a veces la pantalla del ordenador parece que succionase directamente desde el lagrimal) que por sentimientos. Con que un lector se conmueva nos daremos por satisfechos pero, por favor, que escriba al Buzón para no pensar que este recibimiento a puerta gallola (tan español, tan auténtico) no ha sido en balde. Nunca habíamos visto tantos ojos vidriosos como el fin de semana del 8 y 9 de enero de 2010. No éramos niños saboreando aún la curiosidad por los tibios regalos, ni  paseantes golpeados por el frío, tampoco obreros rotos por el trabajo ni por supuesto plañideras haciendo horas extras (son inmorales, más con la que está cayendo). Los cerca de mil pequeños, medianos y grandes congregados en plena Gran Vía madrileña no estábamos ni recibiendo un presente (que nuestro trabajo ha costado) ni trabajando (que tanto lo hemos disfrutado, ¿verdad Bob Black?). No estábamos a la intemperie: que calentito el teatro, ¡cómo subía los colores el vino!

Muchos de los presentes no lo sabían pero lo que allí asomaba entre bambalinas era más que la cabeza de un campesino rebelde, era el resultado de una gestación larga y tortuosa. Tan larga que el retoño mira la centena sin miedo y brama con un quejío que adelanta buenas nuevas a pesar del dolor aparente. No había terminado el primer berrinche y los asistentes ya habían estallado de júbilo. Era un concierto sin público porque no hay espectadores donde se siente lo mismo que el artista. Donde se sabe que la comunión no se recibe sino que se da para saborear el placer compartido.

Se encienden los focos y empieza el clamor, el primer diálogo ha concluido. Pero antes del siguiente toca comentar los mejores argumentos. O lo que es lo mismo, que si fandango o soleá. Seguidiya o malagueña. -¡Y qué sé yo si con seguir las letras tenemos bastante!

La CNT no descansa, no se descuida ni un momento y el sollozo contenido del viernes torna grito de furia la mañana del sábado. Ante supermercados y restaurantes de Madrid que han aprendido la diferencia entre despedir a un trabajador cualquiera y topar con un cenetista. Los nutridos piquetes abandonan los locales de Tirso dispuestos a gritarles cuatro verdades en la cara a los empresarios (nos ahorramos calificativos para seguir el buen rollito del texto). Los versos tornan proclamas, las partituras panfletos. El escenario es la calle y a pesar del frío -no sólo climático- arrancamos alguna sonrisa aunque traspié mediante.

La lucha de la mañana preveía una tarde memorable como no podía ser de otra manera por el cartel que esperaba en La Riviera del Manzanares: Kike Suárez y la Desbandada, Albertucho, El Cabrero -de nuevo, te debemos una garganta, José-, Kutxi Romero con Jataja, Canteca de Macao y Siniestro Total. El frío no se nota cuando uno se siente arropado. Los allí congregados sabíamos donde estábamos y por qué estábamos. A nadie extrañó ver a García Oliver tararear con Julián: "tranqui colega/la sociedad es la culpable". Disfuncionales varios, anarquistas o no, descubrimos músicas desconocidas hasta entonces a pesar de lo genuinamente reivindicativo. Otras aprendieron a pegar una pegatina, hacer una pintada o cómo se sujeta un megáfono con maestría. ¡Música y… Acción!

Fredy, Carmen, Elia, Pascual, Carlos, José Luis, María José, Israel, Eduardo, Tari, Luis, Julio, Peter, Javier, Bea, Ana, María, Juanjo, Dani, Goyo, Marta, Miguel Ángel, Rosa, José, Alex, Guillermo, Iván, Ángeles, Alma y tantas otras. No sólo estuvieron allí: entre lucha, amistad, coros, lágrimas, risas, sentidos y quejíos. Sobre todo compartieron el honor de trabajar y disfrutar por la CNT. El brillo en los ojos les delataba. Ha sido un placer.

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