Este lunes 14 de diciembre Pascual anunciaba un ERE que afectará a 200 trabajadores, el 10% de su plantilla. Arguye las siguientes razones: «La rápida evolución del mercado y su inminente transformación, acelerada en los últimos tiempos, han puesto de relieve aspectos tales como la omnicanalidad, la transformación digital, la industria 4.0, la automatización de los procesos o los nuevos modelos relacionales con clientes y consumidores. Todas estas tendencias son ya una realidad en Pascual, inmersa de lleno en proyectos para afrontar el nuevo mercado y escenario digital»
Sí, Calidad Pascual lleva unos años en la línea de la industria 4.0. De hecho fue financiada por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad para desarrollar OPTILÁCTEO, una herramienta para monitorizar las granjas proveedoras. Irónicamente, cuando se acerca a los objetivos de la «industria del futuro» genera 200 parados más.
Para CNT este tipo de argumentos son una excusa que enmascara la búsqueda de despidos baratos en una coyuntura de crisis. Aun así, hemos querido interesarnos en eso de la industria 4.0 y la omnicanalidad, ya que por desgracia, son términos con los que vamos a convivir y de los que tendremos que defendernos.
La omnicanalidad no significa estar presente en todos los canales de relación con el cliente (teléfono, mail, redes sociales, etc), significa que la relación con el cliente esté actualizada sin importar el canal usado. Es decir, yo encargo un paquete de x online, y se pone al corriente al resto de canales de esa compra por si quisiera utilizarlos. Se busca que la relación con el cliente sea duradera, y toda la información es recolectada y cruzada para conocer el comportamiento de compra de los clientes.
La industria 4.0 es algo más complejo. Plantea el uso de «big data» para coordinar la información de las empresas a través del cruce de datos y los algoritmos para interpretarlos. Poder tomar decisiones en función de múltiples variables «en tiempo real» que permiten al cliente personalizar su consumo con ayuda de las nuevas tecnologías. En suma, aplicar las últimas tecnologías para evitar costes y generar «fabricas inteligentes».
El concepto en sí no es algo distópico, que todo el esfuerzo implicado solo sirva al beneficio económico, sí. Está enmarcado en la idea de capitalismo verde, y de hecho, nuestros amigos de Pascual se llevaron un premio «Lean & Green» por su flota de camiones híbridos y eléctricos. Por supuesto toda esta tecnología viene de materiales finitos y el uso masivo de la misma también produce emisiones.
En el plano laboral este tipo de empresas no augura cambios a mejor:
Sin formación adicional: Pascual no ha optado por la conversión de su plantilla para incluirla en el mundo 4.0.
Mayor distancia: La monitorización de los procesos, la producción, etc. supondrá una barrera más entre empleador y plantilla, empresa y proveedores, etc. Una relación más fría donde pueden proliferar aun más las decisiones negativas, como un despido, en base a resultados del algoritmo.
Trabajos más estresantes: La carga mental que plantea la respuesta inmediata y la implantación de la omnicanalidad es un factor estresor muy preocupante. Además, esto moldeará un cliente aún más inmaduro, clasista y dependiente.
Una diferencia de poder aun más profunda: mientras el empresario maneja más y más información, los empleados seguimos sin poder acceder a los balances de cuentas de la empresa. Es decir, el jefe puede hacer uso de datos cruzados para decir que no eres productivo para la empresa pero tú no puedes hacer lo mismo. ¿Por qué no podemos saber las cuentas de la empresa? ¿Será porque la ineficacia no está en nosotras y nosotros?
Existen trabajos que están inmersos de lleno en esta manera de funcionar y son una metáfora en sí mismos de las aspiraciones de la industria 4.0. Uno de ellos son los «revenue managers». Esta figura se encarga de actualizar los precios de las reservas de hotel u otros servicios turísticos en función de variables en tiempo real. Por ejemplo, si se va a celebrar un partido importante en la ciudad, hace buen tiempo o no, se cancelan trenes o vuelos de gran afluencia, cambios de los precios u ocupación de la competencia etc. Con este datos que se actualizan hora a hora, y a veces minuto a minuto, los revenue manager suben o bajan los precios, generalmente varias veces al día.
Podéis imaginar que este trabajo es estresante, demandante y respeta poco los horarios. Es el trabajo perfecto para el esclavo moderno: perfil especializado, tecnológico y sobre todo la narrativa autocomplaciente del policía de película al que levantan a las tres de la mañana y no puede negarse a acudir porque «le llaman del trabajo». Sin organización, asumir esa moral de esclavo es una de las pocas opciones frente a la ansiedad 4.0.
Mientras tanto, la personalización del consumo está viva en las complicadas conversaciones de nuestras madres y abuelas con el carnicero o el frutero, donde se suceden cortes, laminados, empaquetados, y materiales a gusto del cliente. La relación duradera existe sin la mediación de algoritmos, si no a través de la propia relación. La fidelización y la aproximación de perfil se da a través de las mismas variables.
El consumo local es una alternativa que responde a necesidades más profundas que la economía o la ecología a lo grande. Contribuye a la lucha contra la soledad y a generación de lazos y empatía que no puede ofrecer la tecnología actual. Contribuye a que la riqueza se fije en el territorio. Contribuye a la identidad en los modos de consumo y a trabajos de calidad. Por supuesto, esto no es la panacea, hay mucho que hacer para renovar estas empresas, en un sentido de consumo responsable: evitar el plástico, el bumping o el trabajo esclavo de terceros. Un cambio difícil sin la relación personal.
Es una lastima que podamos coordinar, traducir y digerir esta cantidad de datos y los usemos exclusivamente para vender. Podremos preveer, monitorizar y personalizar si nuestra leche ha salido de una vaca con o sin manchas marrones. Mientras, que llueva en Cantabria se traduce en inundaciones, y las catástrofes de hace veinte años siguen siendo las mismas.
El potencial de la tecnología es innegable sobre todo si está bien dirigida. Hace miles de años el objetivo era cortar y en un proceso larguísimo se consiguió diseñar e implementar las tijeras y los cuchillos. Gasto energético nulo, sin prácticamente mantenimiento, intuitivas, con una huella ecológica mínima y prácticamente inmejorables para su función, más que a través de la adaptación de tamaños y filos. Si la necesidad de cortar se hubiese dado hace dos siglos, hoy en día quizás manejaramos tijeras eléctricas o a gasolina sin posibilidad de una versión infantil. Con este ejemplo quiero ilustrar la industria 4.0 como otro exabrupto de la mirada únicamente económica. La solución a esto es una pregunta clara:
¿Y si ponemos la tecnología al servicio de las personas de una vez por todas?