Patricia Manrique,
Comité 8M de CNT Santander
Por fin, el gobierno se propone ratificar, tras las luchas de las trabajadoras del hogar, el convenio 189 de la OIT. La valorización del trabajo doméstico, dentro y fuera del hogar, ha de ser una de las demandas esenciales que afrontar desde el movimiento feminista.
Se denomina “feminización” a la desvalorización que sufren aquellas tareas y empleos ocupados mayoritariamente por mujeres. Supone una progresiva pérdida de valor social, peores condiciones y menores salarios. Y es esto lo que ocurre con los trabajos domésticos, fuera y dentro del hogar, pagados o no.
Foto por: Ecuador Etxea.
En un informe presentado por la ONG Intermon Oxfam, “Voces contra la precariedad”, además de hacer hincapié una vez más en la brecha salarial, se destaca el papel de las mujeres en el trabajo doméstico. Se asegura que las labores que realizan, sin remunerar, las mujeres en el hogar supondrían el 41% del PIB en España si se pagaran. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España, un 84% de las mujeres se involucra en tareas domésticas frente a un 42% de los hombres, y un 95% frente a un 68% en el cuidado y educación diaria de hijos. Las mujeres en España emplean de media un 26% a trabajos no remunerados, además del 33.9% de las horas que emplean en trabajar. En el Reino de España, en resumen, se sigue produciendo una brutal segregación por género en las tareas domésticas.
Foto por: Ecuador Etxea.
Pero es que, además, también fuera de casa el trabajo doméstico, los cuidados a niños y mayores siguen siendo ámbitos reservados a las mujeres y minusvalorados. Buena parte de la fuerza laboral femenina se concentra en ocupaciones relacionadas con los roles y estereotipos tradicionalmente femeninos y, para colmo, se “feminizan”. El sector servicios –cocineras, camareras, limpiadoras, camareras de pisos, cajeras de supermercado, teleoperadoras– o el de cuidados –trabajadoras domésticas, cuidadoras, niñeras– se expande porque se han trasladado al mundo laboral esas actividades que antes realizaban gratis las mujeres o que desempeñaban como criadas mal pagadas… siempre en condiciones nada halagüeñas.
Y género, clase y raza se realimentan y refuerzan. Hay un contingente laboral, poco valorado y mal pagado, formado por empleadas del hogar y cuidadoras domésticas que migran desde Asia, África, América Latina y el Caribe para trabajar en Estados Unidos, Canadá, Europa occidental y Japón. Una división internacional del trabajo que es también generizada y racializada. En España, el 42% de las afiliadas en el Régimen especial de trabajadoras del hogar son mujeres migrantes.
El Convenio 189 de la OIT
Parece que, al fin, el gobierno ratificará el Convenio 189 de la OIT, un acuerdo que promueve que los gobiernos regulen adecuadamente y garanticen derechos en un sector con situaciones de excepción intolerables. El empleo doméstico, de entrada, es el sector que tiene la tasa de jornada parcial más alta de todo el mercado laboral, un 56,4%. El salario en este tipo de trabajo es un 59% inferior al salario medio bruto total y el 44% de las asalariadas perciben menos de 717 euros, a lo que se suma que casi el 70% de sus pensiones de jubilación precisan complementos a mínimos.
Ya era hora y bienvenido sea el Convenio, pero no podemos olvidar que la mayoría de los derechos que reconoce ya forman parte, desde 2012, de la legislación española, en concreto del Real Decreto 1620/2011, de 14 de noviembre, por el que se regula la relación laboral de carácter especial del servicio del hogar familiar.
Por tanto, lo verdaderamente necesario es un compromiso claro de hacer efectivos los derechos controlando la actividad en el sector: contratos escritos detallando con claridad todas las condiciones de trabajo, derecho a cobrar todas las horas, a que la jornada máxima sea de 40 horas, que haya un descanso de 12 horas entre jornadas, derecho la integridad física y a la intimidad… Siempre siguiendo lo que marquen los colectivos de trabajadoras domésticas, parece que debería acabarse con las llamadas “horas de presencia”, es decir, horas en que la trabajadora no está realizando actividades pero debe estar disponible para los empleadores: hasta 4 al día, 20 a la semana, amplían la jornada laboral a 12 horas, permiten la explotación. Que sean computadas, en todo caso, como horas extra y pagadas en consecuencia.
Otra cuestión relevante, que afecta sobre todo a mujeres migradas, es que no haya que residir ni compartir vacaciones con la familia empleadora. Residir en el domicilio en que trabajas puede llegar a ser un régimen de esclavitud encubierta. Las mujeres migrantes, que constituyen el 42% del total de afiliadas en trabajo doméstico han demostrado ser grandes luchadoras; no obstante, son más vulnerables por el chantaje que supone la amenaza de ser deportadas y devueltas a su país.
La lucha sirve
Nada se consigue gratis, sólo la lucha solidaria permite mejoras en la condición de las trabajadoras, como han mostrado las trabajadoras domésticas que han protagonizado movilizaciones constantes y han conseguido la ratificación del Convenio. Tenemos clara la fecha del 8 de marzo pero no olvidemos tampoco el 30 del mismo mes, día de la trabajadora doméstica, y acompañémoslas en sus luchas.
La lucha sirve y el caso de las Kellys son ejemplos paradigmáticos de lucha contra el patriarcado y el capitalismo. Recordemos que, tras un largo conflicto sindical, ocho camareras de piso del Hotel Barceló Renacimiento, compañeras de CNT Sevilla, que habían sido despedidas después de dos denuncias ante la Inspección de Trabajo por un nuevo tipo de fraude en la contratación tuvieron que ser readmitidas escalonadamente en diciembre de 2018 por la nueva empresa encargada de la limpieza, Alterna Solutions. Se puede hacer frente a la precariedad y el abuso.
En el acuerdo, Alterna Solutions se comprometió a la readmisión de las ocho trabajadoras con contratos de 30 horas y bajo la cobertura del convenio colectivo de la hostelería de Sevilla. Y se reincorporaron al trabajo… con el orgullo de haber conseguido torcer el brazo al capital y la alegría de contar, para ello, con la solidaridad, durante el conflicto, de muchísima gente y abundantes colectivos de trabajadoras domésticas, taxistas o estudiantes.