Manifestación del 1º de Mayo.

Día 1 de mayo, día del Trabajador.
 
Poca trascendencia de masas le va quedando ya a esta jornada de recuerdo, lucha y reivindicación de los obreros. Veremos en los noticiarios minutos aislados de imágenes, en su mayoría de los sindicatos amarillos del sistema, paseando por las calles con la pancarta reciclada del año pasado en una manifestación que este año probablemente sea menos numerosa en asistencia, pues la fiesta cae esta vez en domingo para mayor alegría de la “producción”. Y oiremos las mismas declaraciones sin sustancia de los mandamás. No, no  vamos a explicar otro año qué significa histórica y socialmente el 1 de mayo, dado que ya deberías saberlo.
 
Las condiciones de los trabajadores a día de hoy no dejan de precarizarse y tiranizarse, y los derechos conseguidos un siglo atrás parecen para muchos una utopía inalcanzable; sin embargo, por duro que parezca, a estas alturas hay que decir que los responsables de la situación no son solo los causantes de ella, los arquitectos de este orden de cosas, la patronal, el capital financiero, la oligarquía internacional, etc, sino también los artesanos y los obreros del chiringuito, la antaño llamada clase obrera y la autodenominada en la actualidad clase media, aunque su salario no supere los 600 euros mensuales.
 
Y es que debemos reflexionar si queremos darnos cuenta de la parte en que somos responsables del actual estado de cosas: cuando seguimos trabajando más de ocho horas sin protestar o cuando trabajamos doce con contrato de seis. ¿Hasta dónde somos responsables cuando aceptamos trabajar en negro sin denunciar?¿Hasta dónde somos culpables de competir entre iguales, de hacernos la zancadilla entre nosotros en los puestos de trabajo para recoger las migajas que los patrones nos tiran del mantel al tiempo que nos obligan a jugar al juego de su criminal ideología neoliberal convertidos en cobayas de laboratorio? La situación es preocupante, pues estamos librando una guerra en la que el enemigo nos está lanzando de todo, y con todo y con eso llevamos años dormidos y, lo que es peor, estamos rodeados muchas veces de colaboracionistas y pusilánimes que asumen y ayudan al enemigo.
 
Mientras, las consecuencias del actual estado de cosas se repiten a diario: la accidentalidad laboral va en aumento en exacta correspondencia con la precariedad en las subcontrataciones y el trabajo de las ETTs, y los despidos por accidentes laborales se realizan con total impunidad. Y a todo permanecemos dormidos e ignorantes. Pongamos un ejemplo: según una reciente encuesta a más del 70 % de los trabajadores, ya estén parados o en activo, no les preocupa la reforma laboral, con lo que se constata que no les importa la legislación o que ya han asumido perfectamente el mantra de la flexibilidad y el que hay que trabajar más y ganar menos. En ambos casos respondemos de manera pasiva, y es lo que debería avergonzarnos como pueblo, máxime cuando vemos salir en masa a la gente a la calle por el fútbol o el Gran Hermano mientras la pérdida de derechos y el retroceso que han supuesto las sucesivas reformas apenas nos conmueven. ¿Por qué hemos dejado de hacer huelgas?¿Quién dice que no sirven de nada?¿Por qué no denunciamos las ilegalidades que vivimos día tras día en los trabajos, los despidos nulos, la falta de seguridad laboral?¿Por qué no hacemos que cada acción tenga por respuesta otra que lleva al listo del empresario a tener que pasar al menos una noche sin sueño?
 
Todo esto no es solo lucha obrera, es también cuestión de orgullo y amor propio, así de simple. No podemos seguir con esta actitud de miedo e idiocia, pues día a día se va viendo que cada vez hay menos que perder y por tanto el miedo no tiene sentido. Es crucial que despertemos para que la lucha se expanda colectivamente, y los que despertemos debemos dejar a un lado a los pusilánimes y cobardes que nada tienen que aportar y caminar hacia una lucha sin piedad contra las causas y las consecuencias de esta situación. Hace falta una huelga de verdad, indefinida; es necesaria la contestación social en las calles hasta que revienten las condiciones que sufrimos. Será muy duro, habrá lágrimas que derramar y muchas pérdidas, como en toda lucha, pero no hay otra. Eso o permanecer a la espera de la próxima andanada que nos deje todavía un poco más postrados. En nuestra mano está elegir qué futuro queremos. Tú eliges si te rindes o luchas, pero no tardes porque queda menos tiempo. Quizás para el año que viene ya sea demasiado tarde. Y el mayor culpable serás tú.
 
Núcleo confederal de C.N.T. en Castro Urdiales.

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