Las personas invisibles se han quedado fuera de los presupuestos en Santander. En el pasado pleno del Ayuntamiento del 26 de enero, se han aprobado los presupuestos gracias a la abstención de Vox. Se han aceptado seis de las ocho enmiendas propuestas por este partido.
Se retira todo presupuesto para el Programa de Promoción de la mujer se reduce en un 57% el de la Oficina de atención a la mujer. En cambio se refuerza el plan de defensa de la natalidad y maternidad de Vox. Basado en la defensa de la familia nuclear.
Se suprime la subvención a la Plataforma de Asociaciones Gitanas Romaníes y el presupuesto para Vacaciones en Paz (programa de acogida en verano para menores saharauis).
En suma, unos presupuestos que pretenden que la sociedad cántabra hable de que «estos sí que hacen cosas de verdad» ya que como al común de las y los cántabros no les afectan las discriminaciones, o eso quieren creer, consideran el gasto en políticas feministas o el apoyo a grupos racializados asuntos de poco calibre, vanas.
¿Pero quién dibuja una Cantabria sin gitanos, ni patriarcado, ni inmigrantes, ni familias fuera del modelo clásico? ¿Es solo cosa de Vox? No, es algo a lo que contribuyen muchos más colores en el arco parlamentario.
Miguel Ángel Revilla en sus triples mortales de paternalismo dijo «En esto no hay personas que lo estén haciendo bien y personas que lo estén haciendo mal, el virus no sabe de esto, es anarquista». Por supuesto que es una estupidez, pero una estupidez que deja su poso en muchas personas. Un poso que despierta algo antiguo e intuitivo, la pertenencia a un grupo desde la exclusión a lo demás. Al otro.
¿Dónde están esos otros? La falta casi total de representación de personas migrantes, gitanas, y en suma de esos otros en el mundo político y público, sigue alimentando esa imagen de los otros contra los que lanzarse. Peor aun, es tan anecdótico que se dé, que allí tenemos a Ignacio Garriga, alias «el negro de Vox». Un señor catalán de clase alta. Este señor no es «negro». Uno es negro cuando vive condicionado e identificado por serlo, no es una cuestión de rasgos.
Lo relativo al otro es la «otredad». Y esta «otredad» es lo que se explota constantemente para conseguir seguidores políticos, especialmente en comunidades pequeñas como Cantabria. La otredad es lo que hace que la gente sea español y mucho español «sin complejos».
Pero más allá de quién se muestra y apoya el fascismo de manera directa, ese rechazo al otro de baja intensidad está en las conversaciones y formas de hacer. Por ejemplo cada vez que tu vecino baja la voz y te lanza una mirada cómplice al hablarte de un tercero y sentencia «vive dónde los gitanos» como si esto le confiriera una tendencia al robo de coches por la radiación delictiva que emana de la casa de cualquier gitano. O cuando tu vecina baja también la voz en medio de un relato cotidiano y al referirse a un tercero dice aquello de «no debe ser de aquí», como si de nuevo, eso planteara que tiene está o aquella característica negativa, o peor aun, que a lo mejor se merece lo que le ha pasado. La lógica bajo estas actitudes es racista y no hay que darles espacio ni replicarlas.
En el libro «Aporofobia: el rechazo al pobre» de Adela Cortina se explica como la tendencia natural del ser humano es la de proteger y relacionarse con los suyos. El pobre se percibe como un elemento agresor tanto por ser externo al grupo de referencia, como por «necesitar» en lugar de «aportar» en términos materiales. La cuestión es si estamos por encima de nuestro instinto o queremos ser un mono con un palo.
Estos presupuestos son la consecuencia del racismo, machismo y exclusión diarios que tienen más que ver con la invisibilización y normalización de estos que con bravuconadas fascistas, que por desgracia también hay.
Agradecemos a la Asambleas Feministas Abiertas de Cantabria, por hacernos llegar estos datos. Como sindicato de base y combativo nos declaramos feministas y antirracistas siempre.