Ya está bien de justificar la privación de derechos, por parte de la administración. No son los niños, ni las niñas, ni los bares , ni el «botellón» lo que ha dinamitado las previsiones de esta semana. Muchos hogares se enfrentan ahora a una desastrosa situación al enterarse, de un día para otro, que el alumnado se encuentra hoy de vacaciones.
Cancelaciones de ludotecas, actividades, días libres de los padres y madres provocan lo que la consejería no quería antes de montar toda ésta jaula de grillos: que los menores sean necesariamente cuidados por abuelos y abuelas.
Una actuación bochornosa, improvisada y caciquil. Revilla salía en los medios a defenderla como la única alternativa al cierre de los municipios. Cargando la «culpa» (¿culpa?) de las últimas restricciones sobre la comunidad educativa que simplemente está reclamando una agenda pactada y la dimisión de quién firma, improvisa e incumple.
Sus declaraciones podrían resumirse en «claro, como no me dejásteis cancelar las vacaciones, confino los municipios, vosotros os lo habéis buscado». Repetía una y otra vez «Lo hacemos con la mejor voluntad», «lo hacemos por el bien mayor», los maltratadores también dicen a sus victimas que lo hacen por su bien, y sin ir a lo dramático, padres y madres también. Pero es que nuestras hijas, Revilla, ya tienen padres y madres.
Viendo la indignación de la comunidad educativa, que se ha sentido ignorada y privada de sus derechos, y a los menores en su desconcierto a cargo de las abuelas, me hace preguntarme: ¿Qué estamos haciendo con nuestros niños y niñas? ¿Qué está pasando con la juventud? ¿No están siendo ellos a nivel emocional los sufridores silenciosos de la pandemia?
En la primera ola del covid los menores vivieron un confinamiento absoluto, mientras los mayores íbamos a trabajar, comprar el pan y pasear a las mascotas. Ellos y ellas se tuvieron que adaptar a un encierro completo, sin paseos, con tareas online y unos progenitores reinventándose para mantenerles entretenidos.
Más adelante, se dijo que eran los mayores portadores del virus, lo que llevó un poco más de peso sobre sus cabecitas, la vuelta al cole fue una odisea, todos los temores de los padres se reflejaban en los peques y adolescentes.
Con mucho esfuerzo el sistema educativo está llevando a cabo todos los protocolos de prevención: entrada y salida de las aulas correctamente, medir temperaura, higiene, limpieza y desinfección, pero a las niñas y niños les parece todavía cosa de marcianos. Les toca pasar frío en el aula, las ventanas abiertas continuamente para ventilar y sin otro remedio que llevar bufanda y abrigo a clase.
Todo esto no es culpa de nadie pero deberíamos prestar más atención y observar cómo están llevando nuestros hijos e hijas la pandemia. Cuidarlos y acompañarlos en las previsibles marcas de esta situación vírica. Porque ellas y ellos son el mañana, y ese mañana puede ser tan ilusionante o deprimente como el cuidado que pongamos en la infancia.
David Fai