Desde hace unos meses, poco a poco ha ido creciendo la preocupación vecinal en diversos puntos de Cantabria por la llegada de unos viejos conocidos, los polígonos eólicos. Tras la máscara de las «energías verdes» estas iniciativas se han abierto paso a lo largo de toda la comunidad, y por supuesto, no ha sido de la noche a la mañana.
Durante años se han gestado nuevos proyectos eólicos en Cantabria bajo el más absoluto secretismo. A primera vista, que esta estrategia para «industrializar el monte» se tramite y avance con discreción no parece ser una buena forma de ganarse la opinión pública, y efectivamente, no ha sido una buena idea. Por mucho que estas empresas con el silencio de algunos ayuntamientos hayan intentado pasar a hurtadillas, tarde o temprano la gente se da cuenta de que pretenden inundar los valles con unos aparatos de hasta 200 metros de altura.
Se estima que el conjunto de los proyectos presentados en Cantabria, que afectan sobre todo al sur de la provincia y a los valles pasiegos, suponen aproximadamente la construcción de 300 molinos, de entre 160 y 200 metros de altura, doblando en tamaño otros polígonos que la península. Sin duda es difícil hacerse una idea del tamaño titánico de estas construcciones, y más difícil aún imaginarlas en medio de los valles que hoy disfrutamos.
Cuando los grandes medios de comunicación abordan este tema suelen empezar hablando del progreso que supone para la economía de la zona y mencionando la gran promesa de las compañías energéticas; la creación de nuevos puestos de trabajo. Pero este gran estandarte de los «proyectos de energía sostenible» se tambalea, pues el impacto en el empleo solo se aprecia en la fase de construcción, ya que el funcionamiento diario de los molinos está cada vez más automatizado.
Tampoco solemos ver en los medios algunas de las otras quejas de los vecinos como pueden ser la contaminación acústica y lumínica, la devaluación de la vivienda en zonas aledañas, la destrucción del sector turístico o los perjuicios ocasionados a la ganadería.
Además se suelen obviar los problemas que atañen directamente al medio natural; las colisiones de aves y murciélagos, la alteración de rutas migratorias, las molestias de ruido y vibraciones que provocan el desplazamiento de mamíferos y la ocupación y degradación del terreno con la consecuente destrucción del hábitat, en cuestiones tan irreversibles como la contaminación o destrucción de manantiales y acuíferos. Hablamos de zonas kársticas muy activas y ZECs (Zonas de Especial Conservación dentro de la red Natura 2000).
Ante este panorama que a muchos vecinos preocupa, y creo que con razón, podemos sacar algo positivo y es que la ciudadanía ha sido capaz, una vez más, de organizarse de forma espontánea y mirar a la cara a esos gigantes.
El boca a boca vecinal desembocó en la creación de iniciativas como la Plataforma para la Defensa de los Valles Pasiegos y otras organizaciones creadas por y para los vecinos. Además periódicamente se organizan concejos y charlas informativas en las que se reúne gente muy diversa con las mismas preocupaciones ante la amenaza que pueda suponer para sus vidas la ejecución de los proyectos.
Y por supuesto no debemos olvidar que ante tanto revuelo y descontento siempre hay alguien que ve un filón donde sacar rédito político. Y es que, en un momento tan delicado para los vecinos, el partido Vox Cantabria ha intentado colocarse a última hora al frente de esta batalla, con nada más que pura palabrería, dejando al margen al verdadero movimiento social que ha estado trabajando durante meses por un verdadero interés común y no en busca del oportunismo barato.
Con todo, y en cuanto a normativa y política se refiere, los planes presentados se hacen de manera furtiva aprovechando la inexistencia de un PROT (Plan Regional de Ordenación del Territorio), que lleva en fase de borrador unos veinte años. Este borrador no admite como zonas elegibles para la construcción de los molinos muchas de las presentadas por la empresa Green Capital Power. Una Sociedad Limitada (es decir, con un capital de riesgo de sólo 3000 €) llevada por el yerno de Florentino Pérez que presenta proyectos como la “punta de lanza” Garma Blanca. La respuesta vecinal ha hecho que se rescate del olvido este borrador y posiblemente se apruebe en verano de este año.
Respecto al proyecto Garma Blanca, el más comentado por ser uno de los primeros. Tiene fallos en la forma muy notables. En la primera resolución de plan presentado se incluía además del parque Garma Blanca, los parques La Rasa, Amaranta y Ribota. Los presentaba de manera conjunta con un análisis de impacto medioambiental conjunto y una evacuación de electricidad de alto voltaje distinta a la del proyecto actual en que se presenta de manera separada al primer parque. Esto hace que la evaluación de impacto medioambiental no sea válida para el proyecto fragmentado, sabiendo además que no coincide enteramente con las zonas de emplazamiento, y las evacuaciones eléctricas.
Desde CNT creemos en una transición ecológica, pues lo entendemos como parte esencial dentro del proceso para abandonar el productivismo y la sociedad de consumo. Pero lo que no podemos pasar por alto es que se juegue de esta forma ni con el entorno en el que convivimos ni con la vida de tantas personas que de él dependen.
No se trata de una guerra contra las renovables, pero está claro que se necesita cuestionar la necesidad real de impulsar estas energías y comprobar si realmente se llevan a cabo de manera sostenible, y sobre todo que no conlleven la destrucción de las formas de vida locales ni del entorno natural.
Estaremos presentes en todo lo que replantee nuestra huella ecológica y formas de convivir, sobrevivir y subsistir con el medio, que esta visto, no pasa por grandes soluciones capitalistas.