Escribo esta carta para mí misma.
Escribo esta carta también para ti, compañera, que en estos últimos días, con el lamentable acto de CNT Barcelona como colofón, quizá has pensado en retirarte o en irte a luchar a otra parte.
Escribo esta carta también para ti, que sabes que estás segura en tu sindicato local, pero que sabes que hoy tienes un espacio menos al que ir y expresarte tal y como eres.
Escribo esta carta para todas las compas que están escribiendo en estos momentos como yo, buscando las vías internas y externas para parar esta ola de odio dentro y fuera de nuestro sindicato.
Escribo para las que tenéis miedo, sabiendo lo que cuesta llegar a acuerdos en una Confederación que pretende también respetar la autonomía de cada sindicato, de que todo esto nos lleve al desmoronamiento, a distraernos de las victorias que estamos consiguiendo, a la posible escisión.
Escribo para mis amigas, amigos y amigues trans que están fuera de CNT y que exigen una respuesta contundente después del asombro, la rabia y la decepción.
Escribo para mis amigas que a veces no comprenden bien todo lo que implican las «teorías queer», el «transfeminismo» o la diversidad de la clase obrera, pero que quieren aprender, ser menos torpes en sus relaciones y un mundo más justo para todes.
Escribo para todas aquellas mujeres feministas que tienen miedo de un mundo más complejo, de ampliar la lucha, de perder voz, de perder poder. Es humano lo que os sucede, pero nunca avanzaremos desunidas y desde el miedo.
Al provocador pacto que María Galindo desde su «feminismo bastardo» enuncia como «indias, putas y lesbianas juntas revueltas y hermanadas» con el que ella quiere destacar la unión de todas las personas no normativas deberíamos contraponer un nuevo pacto solidario en este lado del Atlántico que pueda enfrentar toda la contraofensiva que estamos sufriendo.
Eso es lo que no desea el poder: que las indias digan quien las violó, que las putas digan quiénes son sus clientes, que las lesbianas nos muestren que no conocemos todavía la libertad sexual, que las personas trans nos hagan darnos cuenta de que la importancia de las mujeres es su capacidad de saltar todos los límites, incluso los de su propio cuerpo. Cuerpo que es la cárcel donde quieren encerrarnos desde siempre.
No es posible continuar desoyendo las voces que nos crean dudas e incomodidad. La duda es el origen de todo lo que merece la pena, de la belleza y de la ciencia, de la verdad y de la convivencia, de la escucha y de la paciencia con una peque.
La incomodidad es el origen de la posibilidad de ser más libres.
Me parece que desde esa rabia e incomodidad, desde esas dudas, miedos y certezas podemos extraer aprendizajes de lo que nos está sucediendo hoy en CNT. Todas nosotras también.
A veces pareciera que hablamos del «fascismo» como algo siempre externo y ya Emma Goldmann nos hablaba del «enemigo interior» como algo a lo que atender y combatir; ella hablaba de una «revolución interna» igual de necesaria que la externa.
El fascismo no es algo externo a nosotras ni a ninguna organización formada por personas: es la tentación de simplificar de manera absoluta el mundo.
Es la tendencia a mostrar los movimientos sociales como algo homogéneo y único, tal y como muchas mujeres hoy pretenden hacer con el feminismo.
Me duele esta búsqueda de la homogeneización, de entender la diversidad como un espacio desordenado en el que imponer jerarquías. Pareciese que el ser humano es incapaz de entender que algo diferente no tiene por qué ser inferior.
El programa del fascismo es jerarquizar la sociedad pareciendo que es más sencilla porque los que estén más abajo ya no podrán ser, existir, opinar, transformar, crear.
El mundo es completo, diverso y rico.
Comprenderlo exige a veces una enorme paciencia, leer la realidad poniendo el cuerpo y, también, entender que la reflexión más pausada es parte de la praxis, de la práctica.
Aceptar que no lo sabemos todo y que la formación es continua, para combatir la tentación de homogeneizar, de convertir a los demás en lo que soy, de ejercer dominio y, al final, de aplicar tácticas violentas.
Ninguna persona está libre de estos espejismos de solución a los conflictos, ninguna.
En suma, ir contra toda opresión implica preguntarse una y otra vez si no somos nosotras esas opresoras.
En el libro de Piro Subrat «Invertidos y rompepatrias», sobre la historia de la homosexualidad en el estado español, editado por Imperdible, encontramos algunas claves para comprobar que lo que vivimos tiene ecos del pasado.
En esta obra, especialmente en los primeros capítulos, se explica claramente que siempre se ha culpado a las personas homosexuales de los mismos «problemas sociales» acusándolos de corromper a la juventud, de pederastia, de la baja natalidad o de la «relajación de las costumbres».
La práctica de elegir un «chivo expiatorio» o incluso un «caballo de Troya» dentro de nuestras organizaciones al que acusar de todos los males pareciera ser una tentación contra la que hay que estar alerta de manera continua.
Pero no, queridas, las personas trans no son las culpables de los males del patriarcado, de los estereotipos hacia mujeres y hombres, ni de este tecnocapitalismo.
Estas lacras ya estaban ahí, el capitalismo siempre va a presentarse como solución a los problemas reales que padecemos las personas.
Tenemos dos opciones. Tender la mano y crear una alternativa juntas o lanzarlas a soluciones individuales para poder ser quienes son.
La transfobia parte del miedo a quienes son, negando su existencia al presentarla como un «invento», una «moda», «algo pasajero» e incluso una «conspiración». Todo ello ya se dijo, y se dice aún, de las personas homosexuales y bisexuales.
El diálogo no puede partir de la negación de la otra persona.
Es, por ello, que actos que niegan su existencia no los considero diálogos ni debates.
Es por ello por lo que muchas sienten la necesidad de defenderse de vosotras cuando no queréis entenderlo.
Está en nuestras manos crear un nuevo «nosotras».
Las que sabemos que la libertad tiene caminos que hoy no nos podemos ni imaginar lo seguiremos intentando.
Y, por eso, hermana, luches desde donde luches, hoy te lo agradezco.
Y no olvides que para transformar antes hay que agrandar la puerta para que quepamos todas.
Y quizá poner una rampa.
Y quizá hacerla más ancha.
Y quizá quitar obstáculos y escaleras.
Y quizá, ojalá, tirar la puerta.
Y rebasar las expectativas de lo que es una puerta.
Gracias a todas las que me lo enseñásteis y me seguís enseñando.
Os quiero.
Y sabed siempre que juntas nos enfrentaremos a quien no os quiera dejar pasar.
Salud y libertad.
Clara