Lo que el caso «la Suiza» nos puede enseñar.

Lo que el caso «la Suiza» nos puede enseñar.
O mejor lo que nuestras compañeras ya nos enseñaron…

En torno al 8M hemos vuelto a salir a la calle y volveremos a hacerlo en torno al 1 de mayo y en otras fechas desde CNT para informar sobre el llamado «caso la Suiza» de Xixón, pero, bajo un lema al que quizá no se está prestando suficiente importancia: «la Suiza de Xixón no es la única».

Algunas de las luchas de «mujeres que cuidan a mujeres» nos las recuerda muy bien Araceli Pulpillo en un artículo para Píkara del pasado mes de septiembre, antes de la gran manifestación en Madrid. Los actos del ateneo la Maliciosa que se organizaron también resumen bien por qué esto debe interesar a todas las personas.

La idea de que «no es la única» es la que recorre el pensamiento de las personas a las que he podido contar cara a cara, en actos y en mesas informativas en la calle, el caso por el que protestamos. Todas ellas, mayores y pequeñas, de aquí y de allá, coincidían en que sucede muchísimas veces, que se denuncia y planta cara muchísimas menos, y que es tremendamente injusto.

Creo que el hecho de que nos parezca tan evidente la injusticia de este caso (ir a la cárcel más de tres años con una multa de más de150 000 euros por protestar frente a tu lugar de trabajo) ha hecho quizá que pensásemos que bastaría con contar los hechos para obtener solidaridad, esa «ternura de los pueblos» que recuerda Araceli en su artículo citando a Gioconda Belli.

Hemos visto gestos, actos, palabras y abrazos bellísimos. Hemos visto a una organización que sigue entregada, pero, también, hemos vivido resistencias de otros colectivos, medios de comunicación y organizaciones para «hacerlo suyo», para entender que «no es la única» y que esto sienta un precedente jurídico peligroso para todas. Los apoyos recogidos para el manifiesto deberían ser más.

Lo cierto es que el contexto no es nada halagüeño para el apoyo mutuo. El día a día se nos hace pesado con la situación internacional y el alza de precios en alimentos y energía, con la «ley mordaza» que nos asfixia y que hace que nos quedemos en casa por miedo, con unos medios de comunicación que sólo parecen contar lo que interesa a los poderes, etc. Cada día más aisladas se nos hace cada vez más difícil unirnos y protestar por injusticias como esta, aunque sepamos que cualquier día nos tocará a nosotras.

Sí, todo esto es cierto, pero también hace unos años que la conflictividad laboral toma nuevas formas asumiendo los principios de un feminismo combativo que quiere, de verdad, que «lo personal sea político», o que «el trabajo de cuidados sea contabilizado como tal».

La renuncia que en los últimos años habían hecho (de facto) los movimientos sociales a seguir presentes con fuerza en el movimiento sindical, y a problematizar el propio «trabajo», ha hecho que aparezca arrasando una nueva forma de hacer sindicalismo y que esto, también, lleve a conocer y a participar a más personas en los sindicatos de base ya existentes, como CNT. Esto tiene muchos peligros para los poderes, que no lo ignoran, y por ello están respondiendo con represión, tanto hacia nuevos movimientos feministas y sindicales, como hacia sindicatos horizontales como CNT. Es importante entender el caso dentro de este contexto.

Si todavía existe mucha reticencia de otras organizaciones con estos principios a apoyar a nuestras compañeras, si todavía no somos capaces de adaptar nuestro sindicalismo a esta necesidad de «cuidar unas de otras», si todavía no nos hemos convencido de que la lucha contra la ley mordaza, la ley de extranjería o la vivienda tienen que formar parte de nuestras prioridades, si todavía no somos capaces de explicar la fuerza de «nuestro modelo» es que tenemos mucho que aprender de las compañeras de la Suiza.

Tenemos mucho que aprender de ellas, dentro y fuera de CNT.

Yo he aprendido que la lucha laboral tiene también cuerpo, que no es teoría y que puede aportar mucha dignidad.

Fuerza compañeras, seguimos.

Clara